Su señor padre Don Antonio García, le enseña a su hijo el trabajo de la platería, en donde se realizaban alhajas de oro y plata, con sumo esmero y belleza, además de cumplir con sus obligaciones escolares practicaba el beisbol.
Junto con su hermano Antonio, nuestro personaje se desenvuelve con jóvenes de su edad quienes formaron un equipo con el cual jugaban todos los domingos, con algún otro equipo contemporáneo de los alrededores, destacándose por su rapidez en los senderos, así como para juzgar todas las posiciones, pero sobre todo para rescatar el juego cuando el equipo contrario le caía a palos al pitcheo de su equipo, era ahí donde Rafael entraba al rescate salvando a sus compañeros de una inminente derrota.
Su mejor arma era el lanzamiento nudillero un lanzamiento que va a muy baja velocidad, sin rotación y por ende no tiene un punto de llegada, con lo que lograba confundir al bateador enemigo.
Llego a formar parte del equipo “caminos”, el cual estaba conformado con elementos como Enrique Amaya “El Pájaro”, “El Pollo” Quiroz, el profesor Ovando, Roque Castañeda, su hermano Toño García, el gran “Flaco” Córdova, del cual hablaremos en otra ocasión, construyendo un equipo que le daba la batalla a propios y extraños.
Al desaparecer el grupo “Caminos”, forma el equipo Teziutlán, con quienes nuevamente vuelve a ocupar un lugar de importancia por su garra a enfrentarse a equipos regionales.
En su vida personal, se une en matrimonio a la Señora Nohemí Pumarino, de Barra de Palmas, Veracruz, en donde a invitación de ella, acudía a jugar algunos domingos, demostrando su valía en el pitcheo, escuchándose muchas cosas buenas de él.
Con el equipo Teziutlán, logra consolidar algunos elementos nuevos que llegarían a ser posteriormente la sangre nueva del beisbol teziuteco.
Continua laborando en su taller al retirarse del beisbol activo, pero es ahí lugar de reunión para platicar anécdotas deportivas y ver fotografías que plasmaban verdaderas batallas deportivas.
Muere en la ciudad de Teziutlán, siendo acompañado a su última morada, por sus compañeros, aficionados y gente que admiro su coraje deportivo y su extraordinario don de gente. Le sobrevive su señora esposa y tres hijos.
Por el entusiasmo que siempre lo caracterizo, por sus lanzamientos engañosos contra sus enemigos, desde la loma del pitcheo, por el amor que le tuvo al beisbol, pero sobre todo por el consejo que estaba listo a dar a las nuevas generaciones, RAFAEL GARCÍA es ya UN INMORTAL DEL DEPORTE TEZIUTECO.